PALABRAS DE VIDA ETERNA
Entre nuestros naufragios biográficos,
Tú, la Palabra de la vida eterna.
Aunque, aún, muchas veces sea de noche y
tengamos frío.
Ante la disolución en el nihilismo,
Tú, la Palabra que fundamenta y da esperanza.
Aunque, aún, muchas veces pareciera que
vivamos desvertebrados.
Entre las nieblas heladas de la soledad,
Tú, la Palabra de la comunión de vida.
Aunque, aún, muchas veces nos sintamos solos,
muy solos.
Ante el absurdo que endurece la mirada,
Tú, la Palabra luz de luz.
Aunque, aún, muchas veces las palabras de los
que nos decimos creyentes nos desconcierten.
Entre tanto miedos de cuerpo y alma,
Tú, la Palabra que acoge con infinita
ternura.
Aunque, aún, muchas veces nos sintamos
perdidos en el desconcierto ruidoso que vivimos.
Ante la irracionalidad que busca
manipularnos,
Tú, la Palabra que nos indica el camino de la
cordura y las certezas.
Aunque, aún, muchas veces nos dominen los
diablos de las incoherencias.
Entre las soledades del fracaso vital,
Tú, la Palabra de la presencia que salva al
final de los finales.
Aunque, aún, muchas veces nos sentimos
especialmente vulnerables.
Ante el endurecimiento del alma,
Tú, la Palabra que nos anuncia la ternura sin
fin.
Aunque, aún, muchas veces no sabemos ni amar
ni dejarnos amar.
Entre tanto y tanto ruidos de malogrados,
Tú, la Palabra que nos rescata de este áspero
mundo.
Aunque, aún, muchas veces nos duele demasiado
vivir los tiempos que nos tocan.
Ante tanta insensibilidad,
Tú, la Palabra que es el amor primero y
último.
Aunque, aún, muchas veces apartamos la mirada
ante las necesidades de los que tenemos cerca.
Entre la selva de narcisismos,
Tú, la Palabra que nos enraíza en la
autenticidad.
Aunque, aún, muchas veces nos disfrazamos en
el circo de las vanidades que nos circunda.
Ante tanto sinsentido,
Tú, la Palabra que nos indica el norte.
Entre el cansancio cotidiano,
Tú, la Palabra que nos descansa.
Ante las patrañas omnipresentes,
Tú, la Palabra que nos reviste de verdad.
Entre las quiebras del lenguaje,
Tú, la Palabra auténtica.
Entre la aceleración desquiciada,
Tú, la Palabra que nos centra en lo esencial,
Entre tanta avidez insaciable,
Tú, la Palabra que nos alimenta para siempre.
Entre el caos de la afectividad,
Tú, la Palabra que nos ama tal cual somos.
Ante tantas paparruchas,
ante tanta relación tóxica,
ante tanta mentira rampante,
ante tanta ambición sin escrúpulos,
ante tanto “sálvese quien pueda”,
ante tanta codicia normalizada,
ante tanta falsificación,
ante tanta injusticia…
Tú, Señor Jesús,
la Palabra que nos acompaña,
la Palabra que nos orienta,
la Palabra que nos humaniza,
la Palabra que nos diviniza.
Amén. Aleluya.
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