RENUNCIAR
Abandonar los idolillos del consumo.
Abdicar de querer tener razón sí o sí.
Abnegación en el camino del amor.
Apartarse de tanta paparrucha (clerical o
no).
Ceder el paso a la ternura.
Cesar los lamentos del ego herido.
Claudicar ante los imperativos de la
necesaria misericordia.
Colgar los guantes del narcisismo.
Conceder el beneficio de la duda
constantemente.
Conformarse con poder rezar con
normalidad día a día.
Dar carpetazo a toda clase de
resentimiento.
Dar de baja a tanto concepto eclesiástico
que no dice nada significativo.
Darse por vencido en los esfuerzos por
mejorarse con las propias fuerzas.
Declinar las invitaciones de aparentar,
aparentar.
Dejar de hacer el listo por la vida.
Dejar de lado las disputas por
banalidades (clericales o no).
Dejar correr las quisquillosidades
Deponer las miradas de la envidia.
Desapego inteligente de tanta tontería
consumista.
Desistimiento de querer tener todo muy
controlado… muy controlado.
Desistir de las etiquetas taxativas y
excluyentes que nos dan identidad y seguridad.
Despojarse de la capacidad de autoengaño.
Dimitir de toda clase de poder sobre las
conciencias y las sensibilidades.
Echarse atrás para que los aires del evangelio
avienten tanto miedo a la libertad.
Entregar gratuitamente lo que podamos entregar
de corazón.
Omitir cualquier palabra, gesto o ademán
hiriente.
Prescindir de ir de listo por la vida.
Privarse de la charlatanería que nos aleja
de la realidad.
Rechazar la guerra, siempre, siempre,
siempre.
Rehusar dictaminar sobre la vida de los
demás.
Rendirse ante el amor sobre todo amor.
Renegar de toda clase de pomposidades en la
iglesia.
Repudiar toda clase de mentira.
Resignarse a aceptar que somos lo que
somos y hacemos lo que podemos.
Retirarse de la competencia
Soltar amarras de tanta certeza excesiva
y paralizante.
Tirar la toalla ante tanta peleíta (clerical
o no).
Pues eso, Señor…
Aquí el listado de buenos deseos para
este curso.
¡Ayúdame!