Señor
Jesús, nos dices que no temamos.
Pero somos demasiado
humanos…
Nos dan miedo tantas
realidades tan necesarias, tan urgentes, tan imprescindibles…
Nos da miedo la
fraternidad real dentro y fuera de la Iglesia.
Nos da miedo la
igualdad real dentro y fuera de la Iglesia.
Nos da miedo la
libertad dentro y fuera de la Iglesia.
Nos da miedo la
horizontalidad de las relaciones y de los procesos.
Nos da miedo salir de
dónde estamos camino de lo mejor que está por llegar.
Nos da miedo salir hacia
nuevas posibilidades de existencia humana tan imperiosas y necesarias.
Nos da miedo salir
hacia nuevas e inéditas experiencias de vida humana tan necesarias en ente mundo
sediento de sentido y de humanidad.
Nos da miedo comprometernos
en la gestación de otras familias, otros grupos humanos, otras políticas, otras
sociedades y otras culturas tan necesarias y urgentes.
Nos da miedo involucrarnos
en las exploraciones para otra Iglesia, otras estructuras eclesiales y otras
parroquias
Nos da miedo perder
referencias muy claras y muy sistematizadas.
Nos da miedo expandir
nuestras capacidades humanas y espirituales.
Nos da miedo
reconocernos seres de pensamientos, palabras u obras repetitivos, manidos…
baldíos.
¡Nos da miedo crecer
como seres humanos, como seres humanos espirituales, como seres humanos
enamorados de Ti!
Señor Jesús, nos dices
que no temamos.
Pero nos da miedo el
dolor de la conversión porque sabemos que nos relacionamos contigo del mismo
modo que nos relacionamos con las personas que la vida nos pone por delante…¡Que
Tú nos pones por delante!
Señor
Jesús, nos dices que no temamos.
Pero somos demasiado
cómodos…
Nos da miedo mostrar
lo que queremos ser, testigos de la alegría del Reino.
Nos da miedo irradiar
la auténtica fecundidad humana del Evangelio.
Nos da miedo afrontar
tantos y tantos desafíos en este mundo roto…
que imposibilita la
fraternidad con la idolatría del individualismo,
que asola la casa
común con la idolatría de lucro a toda costa,
que hace de los seres
humanos meros consumidores de tanta y tanta toxicidad.
Señor Jesús, nos dices
que no temamos.
Pero nos da miedo
contemplar en serio la realidad como Tú lo hiciste…
Nos da miedo
conmovernos como Tú te conmoviste…
Nos da miedo
acercarnos con manos compasivas como tú te acercaste a la humanidad doliente.
Señor Jesús, nos dices
que no temamos.
¡Transfigúranos:
vertébranos,
empodéranos…
que no nos dé miedo
que de verdad de las verdades
seas nuestros Señor y
Salvador!
Señor Jesús, nos dices
que no temamos.
¡Transfigúranos:
aliéntanos,
acompáñanos
con tu presencia en
nuestros corazones,
en nuestras miradas,
en nuestras palabras!
Señor Jesús, nos dices
que no temamos.
¡Transfigúranos
para que nos acerquemos
al sueño que tienes para
cada uno de nosotros!
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