PARECEMOS PULPOS
ESTRESADOS
Señor Jesús, estamos a
muchas cosas:
parecemos pulpos
estresados
en los que la
religiosidad
es algo más dentro de
sus atareadas vidas.
Vivimos no sólo
fragmentados,
sino que muchas veces,
despedazados:
cabeza, corazón y
manos
tienden a ir a su
aire…
sentimos que nos están
robando la atención,
la sensibilidad,
lo esencial de seres
humanos.
Pero parecería que nos
hemos acostumbrado
a que nos pase lo que
nos pasa…
Parecería que nos
hemos acostumbrado a aceptar
que vivir es estar
casi a la carrera todo el día…
pendientes de reclamos
externos,
de los partes
meteorológicos,
de las pantallas
multitareas de nuestros artefactos tecnológicos…
Parecería que nos
hemos acostumbrado a que vivir
sea ir tirando,
sea poner parches,
autojustificándonos,
sea aceptando que
nuestros supuestos límites
nos definen y nos
marcan límites inexpugnables.
Señor Jesús, parece
que nos hemos acostumbrado
a que la Iglesia es
una especie de refugio mágico,
fuera de los
dinamismos de la humana humanidad,
donde por, mecanismos
nada claros,
hemos tenido la suerte
de cobijarnos,
recubiertos de ritos,
de doctrinas,
de lustrosas
jerarquías
de lustrosas medallas,
en lustrosas fotos.
Señor Jesús, nos hemos
acostumbrado a vivir
soportando la
realidad,
soportando nuestra
realidad
en una especie de zona
de zona de inconfort soportable.
Señor Jesús: nos falta
el vino,
nos falta el Espíritu,
nos faltas Tú,
tu vertebración,
tu cimentación,
tu tronco donde
injertarnos…
la savia de tu
audacia.
Señor Jesús,
a veces tenemos
atisbos tuyos
en los destellos de
verdad,
de bien,
de belleza,
de justicia que los
mejores de la humanidad
siembran, palpitantes,
en su cuidar y
fomentar
la humana humanidad
sufriente que compartimos…
destellos en la vida
de la Iglesia,
destellos en los
sacramentos,
destellos en la
lectura sosegada de la Palabra.
Señor Jesús,
estamos a muchas
cosas…
y nos olvidamos de
repartir vida,
de repartirnos para
que todos tengan vida,
de alimentar y
cooperar con todos los hombres y mujeres de buena voluntad
en que todos tengan
vida y vida en abundancia.
Nos olvidamos que
nuestro camino es un camino de pasión,
de olvido de sí,
de mirada constante de
misericordia.
Tantas veces nos
sentimos verdaderos maestros en esquivar compromisos…
pero sabemos muy bien
que la ley del amor
implica
confiar sin reservas,
ir más allá de los
criterios razonables de supervivencia,
confiar en que todo al
final,
acabará bien, muy
bien, inconmensurablemente bien.
Sabemos muy bien que
sin riesgo no hay amor,
ni oración,
ni Reino de Dios.
Ni posible fiesta de
la vida
sin la audacia
de afrontar nuestra
necesaria purificación
de todo lo que no
ayuda a centrarnos en lo que realmente importa,
tu presencia,
tu reino,
tu justicia,
tu santidad.
Señor Jesús,
estamos aún poco
arraigados en ti.
Señor Jesús,
somos aún poco audaces
en ti,
por ti,
para ti.
Señor Jesús.
Reconstrúyenos.
Libéranos.
Impúlsanos.
Oriéntanos.
Aliméntanos.
Danos de tu vino.