Señor, conviértenos…
De deseo de control a dejarse llevar por el amor que da
coherencia a todo.
De la inquietud del corazón a la calma acogedora de la cena
familiar.
De la soberbia sin fundamento a la humildad de saberse
acompañado por Ti.
De la perplejidad a la comprensión de que todo acabará
bien.
Del desencuentro a la reconciliación con lo mejor de la
humanidad.
Del desasosiego a la paz en tu corazón.
De la desazón a la fe que orienta y salva.
Del deslumbramiento a la serenidad confiada de tu
presencia.
Del estupor a la maravilla de tu reino.
De la extrañeza de existir a la nueva inocencia.
Del frío de las ruinas de la cultura en la que vivimos a la
ciudad de Dios y de los hombres que nos regalas.
Del miedo a la serenidad confiada de tu presencia.
De la palabrería al silencio santo.
Del pasmo a la sonrisa agradecida ante el regalo de tu
misericordia.
Del ruido al silenciamiento que te revela.
Del vértigo a la confianza en tu salvación.
De sentirnos poca cosa a sabernos amados sin medida.
Del desconcierto al camino que nos lleva a ti.
Del aturdimiento a la lucidez de tu gracia.
De la desubicación existencial a enraizarnos en tu santidad
poderosa.
De la ceguera a la comprensión de corazón.
De la avidez a la austeridad.
De la complicación a la sencillez.
De las distracciones en paparruchas a centrarnos en lo
esencial.
Señor, conviértenos en comunión,
conviértenos en paz,
conviértenos en sacramentos de santidad y justicia.
Señor, conviértenos a ti,
conviértenos contigo,
conviértenos para ti.
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